25.9.08


El misterio de la fenomenología mística
Ficha Nº 07
Ponente: Iván Mora Pernía, ocd

La fenomenología (del griego φαινομαι, fainomai, "mostrarse" o "aparecer", y λογος, logos, "razón" o "explicación") es un método filosófico que procede a partir del análisis intuitivo de los objetos tal como son dados a la conciencia cognoscente, a partir de lo cual busca inferir los rasgos esenciales de la experiencia y lo experimentado. De allí que, el concepto “Fenomenología” [1], provenga del movimiento filosófico del siglo XX que describe las estructuras de la experiencia tal y como se presentan en la conciencia, sin recurrir a teoría, deducción o suposiciones procedentes de otras disciplinas tales como las ciencias naturales.
Y es con la ayuda de la fenomenología de la religión como disciplina independiente dentro de la ciencia general de las religiones, que llegamos a estudiar, al menos en teoría, las descripciones sintéticas de los fenómenos objetivamente afines que, desde el punto de vista formal e intencional, son tipológicamente comparables. Así, la fenomenología de la religión, estudia los numerosos fenómenos que constituyen el mundo manifestativo y conceptual de las religiones, entre los que se cuentan la fe en Dios, el mito, el sacrificio, el culto y la oración, la mística, el profetismo, la ética, así como los enunciados histórico-teológicos acerca del tiempo de los orígenes y del tiempo del fin[2]
Los fenómenos místicos, son hechos o experiencias vividas o formas supremas de la experiencia religiosa de la relación personal con Dios.   (Continúa donde dice: "Más información"...)
“En la apreciación normal, mucha gente piensa que la mística es algo muy singular, reducido a unos pocos y de carácter anómalo; se tiene la idea de que es un asunto inusual, quizá de personas extravagantes o que, en todo caso, son sujetos de una materia especial. Incluso, gran parte de los cristianos conciben que la mística no tiene vigencia ni utilidad. Una mayoría, en el pasado y en el presente, piensa que mística es todo un espacio lleno rarezas que, en relación con las prácticas religiosas, se pueden producir en el estrato psicosomático de ciertos individuos. Es una parcela del maravillosismo, fenó­meno, que tanto ha impresionado siempre, incluso en los aledaños del cristianismo, sobre todo, desde la Edad Media. Ese mundo de lo anormal se explica por inter­venciones excepcionales de energías suprahumanas y tras­cendentes: ángeles y demonios, santos o duendes, dioses o Dios. Ciertamente, en el momento en que lo extraño tiene lugar en el hombre, también se interpreta «milagrosamente».



La palabra mística significa hecho «misterioso», secreto, religioso; su aplicación y contenido es de uso cristiano, del que pasó al registro se­cular… En la significación de secreto, hace referencia a la exégesis espiritual de la S. Escritura; es el análisis que estudia y profundiza en la expresión literal para llegar y desvelar el mensaje de salvación que guarda latente; de ahí, proviene sentido místico, sentido pleno de la Hermenéutica. Es preciso hacer una sabia lectura, más allá de las líneas, de esos textos semíticos, a través de su sensible mentalidad y de los géneros literarios peculiares, a fin de extraer la historia de salvación. Para ello, ilumina el Espíritu Santo, que ha inspirado esos textos; así, todo bautizado, mediante la fe, recibe la iluminación y puede llegar a ese conocimiento místico de las enseñanzas de la S. E. (1Jn 2,20.27).
Todo el A. y el N. T. hablan de Cristo y convergen en Él (Lc 24,45); de ahí que, «ignorar las Escrituras es ignorar a Jesucristo» dice S. Jerónimo. Es la exégesis de los Santos Padres griegos y latinos, desde Orígenes; y, así mismo, la de S. Juan de la Cruz, el místico por antonomasia del cristianismo. «Si la mística de S. Juan de la Cruz no fuese una mística de exégesis espiritual, ¿qué sería su experiencia cristiana? El valor de la mística de S. Juan de la Cruz se apoya, al menos en gran parte, sobre la legitimidad de su exégesis; es más, en esa labor de exegeta es, donde verdaderamente se hace grande: su mística trinitaria re­posa toda entera sobre su exégesis» (D. Barsotti, Vie mystique et mystére liturgique, París 1954, 38). En verdad, es en la Biblia, donde S. Juan de la Cruz instala fundamentalmente su experiencia y su doctrina sobre la vida mística cristiana; pero, la S. E. no es sólo señal o símbolo del misterio; la Palabra de Dios es ya el mismo misterio propiciado como elemento vital para el hombre…


… En el hecho místico, se dan muchos conceptos falsos. Las ciencias psicológicas y las experimentales modernas han replanteado que gran parte del conjunto de fenómenos: visiones, locuciones, levitaciones, estig­mas, éxtasis... puede ser algo natural, morboso casi siempre. La natura­leza en ciertas condiciones especiales, extraordinarias, reac­ciona anormalmente, o por constitución predispositiva, o por enfermedad y desequilibrio funcional -el sistema ner­vioso juega aquí un papel importante-, o por una práctica gim­nástica, ascética, a la que puede coadyuvar por contagio el ámbito periférico. O bien, puede darse una causa preternatural: la acción de seres superiores, sin excluir al demonio; o puede ser totalmente sobrenatural, Dios. Sin entrar aquí en los criterios que se emplean para dis­cernir en este delicado y arduo asunto, sólo indicamos que todo ese conjunto se ha llamado mística. En especial, el éxtasis ha atraído el interés de los eruditos y ha sido, para la mayoría, el indicio de mística sin más…


… Los hechos místicos, para muchos psiquiatras y psicólogos, sólo son casos, que se reducen al submundo de las patologías. Para otros, «lo místico» viene inserto profunda­mente en el plano biológico, es la expresión prominente de un sentir religioso, que gusta la necesaria existencia y conforma la difusión vital de rebasar la finitud inquietante. Algunos, de la escuela de Freud, piensan lógicamente que, no es más que la exaltación piadosa del erotismo. Por su parte, la psicología de lo profundo no duda en justificar ampliamente to­dos los matices de la manifestación mística; defiende que su expresión no se debe a anomalías ni conmociones de variable intensidad del ejercicio espiritual; la considera simplemente capacidades eminentes de carácter religioso; es el resultado del dinamismo psíquico natural y potente; esa acción dinámica desarrollada por una entrega vocacional y enorme devoción, se va sumergiendo de modo imperceptible en las capas del subconsciente. Delacroix admite que, en los que llama «místicos mayores», puede producirse una intervención racional a lo largo del proceso sub­consciente, en el curso de la práctica religiosa.


Lo cierto es, que la feno­menología externa no constituye la mística, es más, en el terreno de la recta teología católica de la gracia se admite que pueden tener lugar, en algunas ocasiones, no fantasías, sino gracias actuales de Dios, concedidas por su misteriosa voluntad; así mismo, es posible que se produzca una hondísima vida mística, sin que tengan que aparecer necesariamente experiencias fenomenológicas” [3].

Valoración teológica acerca de los fenómenos místicos:

Santa Teresa de Jesús se mantuvo y mostró siempre recelosa y cautelosa con sus propias experiencias, no quería ser o estar engañada; siempre se inclinó a la obediencia; y sentenció a sus monjas y hoy a nosotros: «Vuestro entender, si estáis aprovechadas, hijas, será en si entendiere cada una que es la más ruin de todas... y no en la que tiene más gustos en la oración y arrobamientos o visiones, o cosas de esta suerte, que hemos de aguardar al otro mundo para ver su valor. Estotro es moneda que se corre, es renta que no falta, son juros (títulos de la Corona) perpetuos y no censos (gravámenes) de alquitar» (Camino del Escorial 29,5). En la vida espiritual ese valor es el que tienen las virtudes sólidas como el de la humildad. Por el contrario, la vida mística (gustos, arrobamientos, visiones, etc.) tiene un valor relativo, ambiguo, temporal y coyuntural como los “censos” o gravámenes de “al quitar”. Lo que verdaderamente cuenta es el ejercicio de las virtudes.

San Juan de la Cruz en el libro segundo de Subida, cap. 21, declarará cómo, aunque Dios responde a lo que se le pide algunas veces, no gusta de que usen de tal término. Y prueba cómo aunque condesciende y responde, muchas veces se enoja; enfáticamente nos dice: «Tentar a Dios es querer tratarle por vías extraordinarias, cuales son las sobrenaturales» (2 Subida 21,1); “… porque no hay necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y ley y doctrina evangélica, por donde muy bastantemente se pueden regir” (ib., 21,4).

Decimos además con esto que, la teología admite que el fenómeno místico extraordinario es un hecho histórico cierto, pero a su vez, insiste en su carácter accidental y secundario para el camino de santidad, de igual modo, valora y estudia la gran diversidad de dificultades fenomenológicas que obstaculizan la formulación de juicios de su sobrenaturalidad. Particularmente en nuestros tiempos la Iglesia suele actuar con cauteloso y esperado paso entre la superstición popular y la hipercrítica radical. De allí que, lo que se investiga en los procesos de beatificación por ejemplo, sean las virtudes heróicas. Todo lo fenomenológico se escudriña con fino espíritu crítico y no con espíritu de valoración. El beato o el santo se hace y se crece por y en sus virtudes.

Sin pretender agotar el tema (tan extenso en manifestaciones diversas y complejo mistéricamente), daré a manera de esquema, la descripción de estos fenómenos que plantea el P. Jesús Castellanos
[4] , para finalmente describir conceptualmente hablando, algunos de estos fenómenos místicos, al menos los más destacados.

Formas superiores del diálogo con Dios

"La contemplación.
a) Las formas superiores del diálogo con Dios pertenecen a ciertas expresiones superiores y singulares de vida cristiana que llamamos mística. Se caracterizan por la prevalencia de la acción de Dios por medio de su Espíritu. Son gracias interiores que Dios concede a las almas en función de su carisma eclesial; nadie puede conseguirlas por sus propias fuerzas.

b) Muchas de estas formas de oración suelen designarse con el nombre de contemplación; esta palabra no indica, como podría sugerirlo su procedencia griega, una prevalencia del entendimiento, sino más bien un acto vital unitario del entendimiento y de la voluntad que está más cerca del concepto bíblico de “conocer”.

c) La forma más sencilla de la contemplación es la oración de quietud o recogimiento infuso; esto quiere decir que la concentración de los sentidos y potencias es más fruto de la acción de Dios que del esfuerzo humano. El Señor infunde en el alma su luz y su amor hasta hacer vibrar toda la persona. Es el “agua viva” de la contemplación (cf. C30 ss; IV M 3).

Los fenómenos místicos.
a) A estas alturas de la vida de oración pueden surgir en las almas contemplativas, según la experiencia y la doctrina teresianas, algunos fenómenos extraordinarios. Su forma y su intensidad dependen en parte de la “aventura” espiritual de cada alma que los recibe y de su carisma personal en la Iglesia.

b) Damos aquí unas notas breves y esquemáticas sobre estos fenómenos tal como los describe Santa Teresa, para orientar en su significado y en su interpretación.

c) Todos estos fenómenos no constituyen la santidad, ya que ésta, según la Santa, consiste en la perfección del amor y en servicio eclesial. Sin embargo, pueden ser útiles para la persona que los recibe por su función purificativa e iluminativa y por el testimonio personal que puede dar a los demás, como es el caso de Santa Teresa, de la existencia de lo sobrenatural en su vida.

Formas y elementos de las gracias místicas:

En cada fenómeno místico podemos distinguir tres elementos principales:
- una gracia interior;
- una repercusión psicológica;
- un efecto moral.

a) La gracia interior:
Es el elemento más importante: la acción de Dios en el alma, enraizada en la condición bautismal, de cada cristiano.
Esta gracia puede ser:
- de iluminación: el Señor le hace penetrar interiormente la verdad; la instruye;
- de purificación: reforma y purifica desde lo más hondo del ser los sentimientos y actitudes;
- de fortaleza: la prepara interiormente para las grandes pruebas y empresas que ha de realizar para su gloria.

Todas estas gracias pueden revestir diversas formas:
- iluminación: por medio de fenómenos visivos o auditivos extraordinarios; o por una enseñanza infusa, serena y tranquila que infunde Dios;
- purificación: por medio de sentimientos con repercusiones somáticas (ímpetus, anhelos, éxtasis, heridas de amor) o por medios ordinarios (enfermedades, contradicciones, sufrimientos);
- comunicación de amor: a través de fenómenos extraordinarios (heridas de amor, transverberación) o por una infusión serena y profunda de paz, amor, fortaleza.
b) La repercusión psicológica. Pueden darse diversos fenómenos tal como los indica Santa Teresa:
- fenómenos visivos (cf. VI M 8-9):
- visión corporal;
- visión imaginaria;
- visión intelectual;
- locuciones (audiciones) (VI M 3)
- formadas (con palabras oídas); “hablas”: unas parece vienen de fuera, otras de lo muy interior del alma, otras de lo superior del alma, otras tan en lo exterior que se oyen con los oídos (parece voz formada), otras podrían ser “antojo” y con éstas últimas se debe tener mucha atención para no caer en errores de discernimiento.
- no formadas (con palabras no oídas, pero entendidas);

- fenómenos corporales (VI M 4-6; 10-11):
- éxtasis: el alma sale fuera de sí, con o sin el cuerpo;
- heridas de amor: infusión purificadora con sufrimiento físico o interior;
- ímpetus de muerte.
Todo esto designa alguna fase específica del proceso místico, como ensanchamiento, dilación, engrandecimiento del alma…

c) El efecto moral. Cada gracia es transformante; infunde en el alma las virtudes o las corrobora; prepara a grandes empresas. Los efectos principales de las gracias místicas son:
- fortaleza para sufrir y trabajar por Dios;
- caridad desbordante para servir a la Iglesia;
- humildad para conocer a Dios y conocerse interiormente.

Criterios de interpretación y valoración.
a) Lo principal de los fenómenos místicos son la gracia interior y sus efectos; los efectos de paz, humildad, amor, son los signos ciertos de que la gracia viene de Dios.

b) Anteriormente se daba mayor importancia a los fenómenos místicos en su aspecto externo; se catalogaban sus grados y formas; actualmente no es la cosa más importante; conservan su valor porque testimonian la radicación de la gracia en la existencia y experiencia humanas; pero se aprecia más el contenido eliminativo y transformante.
Cimas de vida mística.
a) Las formas más altas de la vida mística en la doctrina teresiana son esos estados que, según la terminología tradicional, inspirada en la Biblia y los Santos Padres, se llama matrimonio espiritual.
b) El desposorio espiritual representa una etapa previa y está caracterizada por esta afluencia de fenómenos místicos de que hemos hablado anteriormente (V M 4,3; VI M 1,1).
c) El matrimonio espiritual es la etapa final de este proceso. Es una gracia interior que sella la transformación progresiva del alma y la comunión con Dios y sus intereses. El don mutuo es perfecto e irrevocable. El alma se hace fecunda en frutos para la Iglesia (VII M) [5] .
Distinciones y conceptos fenomenológicos de la mística:
Carismas: (dones de la gracia). Los carismas son fenómenos y energías sobrenaturales atestiguados en todos los místicos, hombres y mujeres, y que, en caso de ser reconocidos por la Iglesia, se consideran como señales de santidad obradas por Dios, es decir, como milagros [6] .
Pero, “no resulta fácil definir el sentido preciso de carisma, ya que este término goza de una situación compleja. Del griego al castellano “carisma” viene de “un sustantivo derivado del verbo “jarízomai”, que significa mostrarse amable y generoso, regalar algo. El sufijo “-ma” indica el producto de la acción. Así pues, “járisma” significa “don generoso”, “regalo”… El rasgo principal del sentido específico es la diversidad de esos carismas: “Hay diversidad de dones” (1Cor 12,4); “tenemos carismas diferentes” (Rom 12,6). Esta diversidad debe entenderse en el sentido de que no todos tienen tal o cual carisma (cf. 1Cor 12,29-30). Así pues, los carismas no forman parte de las gracias fundamentales, necesarias a todo cristiano. Son dones particulares, distribuidos según el beneplácito de Dios para el bien de cada uno y la utilidad de todos.” [7]
EL DESPOSORIO ESPIRITUAL es descrito así por Santa Teresa de Jesús: “Estando el alma -aunque no sea en oración- tocada con alguna palabra que se acordó u oye de Dios, parece que Su Majestad desde lo interior del alma hace crecer la centella que dijimos y... que abrasada toda ella como un ave Fénix, queda renovada y -piadosamente se puede creer- perdonadas sus culpas... y así limpia, la junta consigo sin entender aún aquí nadie sino ellos dos... Lo que yo entiendo en este caso es que el alma nunca estuvo tan despierta para las cosas de Dios ni con tan gran luz y conocimiento de Su Majestad” 6 M 4, 3.
Juan de la Cruz dice que es: “un alto estado y unión de amor en que después de mucho ejercicio espiritual suele Dios poner al alma..., con el Verbo, Hijo de Dios”. Donde “comunica Dios al alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad, y arreándola de dones y virtudes, y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios”. Cántico 14,2.
El Desposorio va acompañado, además, de otras muchas gracias extraordinarias entre las que se enumera:
(ARROBAMIENTO, O ARREBATAMIENTO, O RAPTO, O LEVANTAMIENTO, O ELEVAMIENTO, O ÉXTASIS): En Vida 20,1 Santa Teresa de Jesús dirá que éstos diferentes nombres todo es una cosa y también se llama éxtasis: Es cuando Dios suspende (saca de los sentidos) al alma en la oración. Dice Teresa, “porque si, estando en ellos (en los sentidos), se viese tan cerca de esta gran Majestad, no era (no sería) posible por ventura quedar con vida.
· Parece no anima (que no está) el alma en el cuerpo.
· Siente faltarle el calor natural, se va enfriando con suavidad y deleite.
· No hay remedio o manera de resistir.
· Sucede sin que el pensamiento esté prevenido, ni con ninguna ayuda.
· Viene un ímpetu tan acelerado y fuerte que uno se ve y se siente levantarse “esta águila caudalosa”
· Y no se sabe hacia donde.
· Algunas veces en público y muchas veces en secreto.
· La cabeza no se puede sostener y a veces también el cuerpo.
· Parece que por los pies le levantan fuerzas grandes.
· La persona queda agotada (Cfr., Vida 20).
· Es parecido o muy semejante al vuelo de Espíritu.
EL VUELO DE ESPÍRITU durante el cual el alma siente de tal manera la presencia de Jesucristo como si lo viese intelectualmente, no viéndole en realidad ni con los ojos del cuerpo ni con la imaginación: 6 M 5, 1. “Otra manera de arrobamientos hay o vuelo de espíritu le llamo yo -que, aunque todo es uno en la sustancia, en el interior se siente muy diferente- porque muy de presto algunas veces se siente un movimiento tan acelerado del alma que parece es arrebatado el espíritu con una velocidad que pone arto temor, en especial a los principios...¿Pensáis que es poca turbación estar una persona muy en su sentido y verse arrebatar el alma, y aún algunos hemos leído que el cuerpo con ella, sin saber adónde va, qué o quién la lleva, o cómo?, que al principio de este momentáneo movimiento no hay tanta certidumbre de que es Dios” 6 M 5, 1.
VISIÓN IMAGINARIA: (Más conforme a nuestro natural). Hablando de los arrebatamiéntos de espíritu (del vuelo de espíritu en este caso), explicará lo que es ésta visión imaginaria: “Parécele que toda junta ha estado en otra región muy diferente de en ésta que vivimos, adonde se le muestra otra luz tan diferente de la de acá que, si toda su vida ella la estuviera fabricando junto con otras cosas, fuera imposible alcanzarlas. Y acaece que, en un instante, le enseñan tantas cosas juntas que en muchos años que trabajara en ordenarlas con su imaginación y pensamiento no pudiera de mil partes la una. Esto no es visión intelectual sino imaginaria que se ve con los ojos del alma muy mejor que acá vemos con los del cuerpo, y sin palabras, se le da a entender algunas cosas; digo como, si ve algunos santos, los conoce como si los hubiera mucho tratado” 6 M 5, 7-8. Nuestro Señor le muestra claramente su sacratísima Humanidad de la manera que quiere. Queda esculpido en la imaginación. “Pasa presto” 6 M 8,3. Como un relámpago 6M 9,3.
HERIDA DE AMOR: “...esto parece un fuego que está humeando y puédese sufrir, aunque con pena..., andándose así esta alma abrasándose en sí misma, acaece muchas veces por un pensamiento muy ligero o por una palabra que oye de que se tarda el morir, venir de otra parte, no se entiende de dónde ni cómo, un golpe o como si viniese una saeta de fuego; no digo que es saeta mas cualquier cosa que sea, se ve claro que no podía proceder de nuestro natural. Tampoco es golpe, aunque digo golpe; mas agudamente hiere, y no es adonde se sienten acá las penas, a mi parecer, sino en lo muy hondo e íntimo del alma, adonde este rayo, que de presto pasa todo cuanto halla de esta tierra de nuestro natural y lo deja hecho polvos, que por el tiempo que dura es imposible tener memoria de cosa de nuestro ser; porque en un punto ata las potencias de manera que no quedan con ninguna libertad para cosa sino para las que le han de hacer acrecentar este dolor” 6 M 11,2. También 6 Moradas 2,1.
VISIÓN INTELECTUAL: “Acaece, estando el alma descuidada de que se le ha de hacer esta merced ni haber jamás pensado merecerla, que siente cabe sí (dentro de sí) a Jesucristo nuestro Señor, aunque no le ve ni con los ojos del cuerpo ni del alma… no podía entender qué cosa era, pues no la veía; y entendía tan cierto ser Jesucristo nuestro Señor el que se los mostraba de aquella suerte que no lo podía dudar… aunque entendía las palabras” 6 Moradas 8,2. Teresa de Jesús dice que esa gracia, dura muchos días, y aun más que un año alguna vez.Así como el desposorio se realiza durante un arrobamiento,
EL MATRIMONIO ESPIRITUAL ACONTECE durante una visión imaginaria (intelectual) de Cristo, dice Santa Teresa de Jesús: “La primera vez que Dios hace esta merced, quiere Su Majestad mostrarse a el alma por visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no esté ignorante de que recibe tan soberano don” 7 M 2, 1. San Juan de la Cruz dice que: “Es mucho más... que el desposorio espiritual, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida. Y así pienso que este estado nunca acaece sin que esté el alma en él confirmada en gracia, porque se confirma la fe de ambas partes, confirmándose aquí la de Dios en el alma. De donde éste es el más alto estado a que en esta vida se puede llegar”. (Cántico B 22,3)

Agregará Santa Teresa de Jesús: “En el matrimonio espiritual pasa (sucede en) esta secreta unión en el centro muy interior del alma... Aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual” 7 M 2, 3. “Quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual” 7 M 2, 3. “Y metida en aquella morada por visión intelectual, por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres Personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad... entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios... Notoriamente ve que están en lo interior de su alma, en lo muy interior; en una cosa muy honda -que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras- siente en sí esta divina compañía” 7 M 1, 7-8. “Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y diome su mano derecha y díjome: Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy; hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía; mi honra es tuya y la tuya, mía” (Cuentas de Conciencia 25).

“La decoración externa de los fenómenos místicos no es necesaria para la santificación personal, y ni siquiera es indicativa. Santa Teresa nunca midió su santidad ni la de nadie con esos fenómenos místicos descritos y vividos por ella. el punto eje para discernir en estos casos está puesto en el ejercicio de las virtudes. “El místico que goza del matrimonio espiritual es un ser humano normal, que come, bebe, duerme, se divierte, etc. (cfr., 7 M 3,3). Las gracias místicas son... motivo y causa de un compromiso mayor y más eficiente” (Daniel de Pablo Maroto).
Teresa de Jesús dice: “De una cosa os aviso, que no penséis, aunque sean de Dios, seréis por eso mejores” 6 M 3,4. “Y que no piense que por tener una hermana cosas semejantes es mejor que las otras... sino mirar a las virtudes, y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviere a nuestro Señor, que ésa será la más santa” 6 M 8, 10.
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Citas:
[1] El fundador de la fenomenología, el filósofo alemán Edmund Husserl, introdujo este término en su libro Ideas. Introducción general a la fenomenología pura (1913).
[2] Cf., G. Lanczkowski, “Fenomenología de la religión”, en Diccionario de la Mística, Monte Carmelo, Burgos 200, pp.386-388.
[4] Cf., Jesús Castellano Cervera, Guiones de Doctrina Teresiana, Centro de Espiritualidad Santa Teresa, Desierto de las Palmas, Castellón, España,1981, pp. 33-44.
[5] Cf., Jesús Castellano Cervera, Idem supra.
[6] Cfr., Dinzelbacher, “Carismas”, en Diccionario de la Mística, Monte Carmelo, Burgos 2000, pp.197-198.
[7] Cfr., VANHOYE Albert, “Carisma”, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Paulinas, Madrid 1990. pp.282-288.

Ponente: Iván Mora Pernía, ocd.

3 comentarios:

Mónica Benetti dijo...

Los fenómenos místicos siempre han llamado la atención por su peculiaridad y por el misterio que encierran. Se ha creído que estaban reservados para personas “especiales”, reduciendo los hechos místicos a la fenomenología en sí y perdiendo la dimensión de unión espiritual con Dios que cada alma está llamada a vivenciar por gracia de Dios y por una apertura total y sincera de cada persona con su Dios.
No vamos a dejar de reconocer que son personas muy particulares las que más se conocen ligadas a los fenómenos místicos, pero no dejan de ser seres humanos como vos y como yo llamados por Dios para vivir una vida plena de unión con Él. Pero se han distinguido en la disponibilidad y en la entrega, con una generosidad muy particular y un “SI” muy fuerte a Dios espejado en el SI de María y sostenido con una voluntad férrea y una confianza infinita, adhiriendo con sus vidas a la expresión de San Juan de la Cruz: “la fe es oscura, pero segura”.
Que el Señor nos regale aprender a esperar en Él como ellos lo hicieron, abriendo de par en par nuestros corazones para recibir las gracias que Él tiene preparadas para cada uno de nosotros. Que así sea.

Mónica Benetti dijo...

Estamos llamados a buscar al Dios de los consuelos y no los consuelos de Dios. Santa Teresa ha sido siempre muy sabia en ello y maestra no sólo de sus hijas, sino de todos nosotros. El Señor regala experiencias místicas a quién, cuándo y cómo lo desea; pero el centro de nuestra búsqueda y anhelo no debe estar en ello sin en el encuentro con Dios más allá de toda manifestación sobrenatural. Debemos aprender a desprendernos del “gusto” del encuentro, del “gusto” que en ocasiones el Señor nos regala en la oración, porque muchas veces corremos el riesgo de estar buscándonos a nosotros mismos en lugar de estar buscando verdaderamente al Señor.
Que el Buen Dios nos permita crecer espiritualmente y purificar nuestras intenciones en la búsqueda espiritual que realizamos, que María Santísima nos conduzca de su mano hacia su Hijo y nos ayude a preparar nuestro corazón para el verdadero encuentro con Él.

Mónica Benetti dijo...

¡Cuánto nos cuesta aceptar lo que escapa a nosotros! Por eso es tan dificil para muchos en el mundo actual poder aceptar los hechos "místicos", "misteriosos", "secretos", aquellos que se dan más allá de nosotros y que nos superan.
Esa necesidad de control permanente que desean imponernos la cultura y la sociedad actual, hace que el hombre cada día esté más escéptico y menos abierto a los fenómenos místicos, que le cueste cada vez más el abandono y la gratuidad que se experimenta en ellos.
Sin embargo el Señor "no deja de insistir", se presenta a cada criatura, a cada hijo, para darle la posibilidad de unirse más y más a Él por la gracia, como un regalo de amor.
Es increíble pensar en algo tan sencillo como el diálogo con Dios, hasta parece una locura, pero sabemos que es una realidad, que sólo necesitamos abrirle el corazón y estar dispuestos a escuchar -no a monologar- sino a escucharlo en su Palabra, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en nuestros hermanos. Pero para eso hace falta creer, la fe hace posible en encuentro ¿Cómo puedo encontrarme con alguien en quien no creo?
¡Bendita mística, regalo de nuestro Dios!
¡Señor, aumenta nuestra fe!
Amén.

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