13.2.09



Ficha Nº 09:

“La ciencia del Amor”
Ponente: P. Iván Mora Pernía, ocd


Presentamos en esta breve oportunidad una pequeña, muy pequeña muestra del contenido espiritual y contemplativo de una gran mujer, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Mártir de nuestra Orden Carmelitana. Su memoria litúrgica se celebra el 9 de Agosto.


Edith Stein nació el día del Kippur, día festivo para los hebreos, y en Breslavia Alemania, el 12 de octubre de 1891, en el seno de una familia hebrea. Edith fue la última de once hijos. A los dos años de edad, muere su padre. Hizo sus primeros estudios y el Bachillerato en su ciudad natal con calificaciones siempre sobresalientes. (Continúa donde dice: "Más información"...)



En la Universidad de Breslau estudia, de 1911 a 1913, Germanística, Historia, Psicología y Filosofía. En 1913 se traslada a Göttingen para seguir sus estudios de filosofía siendo discípula de Edmund Husserl, un hebreo y no creyente, genio filosófico de su tiempo, haciendo el exámen de Licenciatura con calificación sobresaliente en 1915. Durante este período, llega a un ateísmo casi total, pues abandonó la fe y las prácticas religiosas.


Estalla en 1914 la primera guerra mundial y Edith trabaja como enfermera voluntaria siendo enviada a un hospital del frente. Después de ese infatigable trabajo, hace el examen de doctorado en la Universidad de Freiburg, con la calificación Summa cum laude.


De 1916 a 1918 es ayudante del filósofo Husserl en Freiburg. Los dos años siguientes los dedica al trabajo científico privado y a partir de entonces busca acceder a una cátedra universitaria, lo que no consigue pues todavía permanecían cerradas a las mujeres, aún así, era políglota, dominaba 6 idiomas. Apasionada buscadora de la verdad, a los 30 años de edad (1921), mientras se encontraba de visita en casa de una amiga, logró hallarla con la lectura de la autobiografía de Santa Teresa de Jesús de Ávila. Se dice que en una sola noche Edith había leído y asimilado el texto teresiano. Cerró el libro y exclamó: "Aquí está la verdad" y decide convertirse al catolicismo. El 1 de enero de 1922, recibió el bautismo en la iglesia católica.


De 1923 a 1931 enseña en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena de Speyer. Además de las clases, escribe, traduce y da conferencias. De 1932 a 1933 es profesora en el Instituto Alemán de Pedagogía científica en Münster. Su fama de conferenciante traspasa las fronteras de Alemania y es invitada a hablar en Francia y Suiza. Cuando contaba con 32 años enseña en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena en Espira.


Desde su conversión deseó entrar en el Carmelo a pesar de la oposición de la familia, y su deseo se vio cumplido el 14 de octubre de 1933, a los 42 años, ingresando en el Carmelo de Colonia. Aquí cambia su nombre por el de Teresa Benedicta de la Cruz. Su familia hebrea, rompe con ella. El 21 de abril de 1935, domingo de Pascua de Resurrección, emite sus votos religiosos y tres años después, aquél mismo día, sus votos perpetuos. Su vida será ya una Cruz convertida en Pascua. Dentro del convento, por orden del Provincial, continúa sus estudios científicos. A medida que el nazismo se consolida en el poder su condición de judía es una amenaza para ella y para la comunidad.


El día 31 de diciembre de 1938 emigra a Holanda y se establece en el convento de Echt. Aquí la encomiendan, entre otros trabajos, un estudio sobre San Juan de la Cruz, y escribe La ciencia de la Cruz. El día 2 de agosto de 1942 es detenida por la Gestapo, junto con su hermana Rosa, también convertida al catolicismo, y llevada con otros religiosos y religiosas al campo de concentración de Amersfoort. Luego, en la noche entre el 3 y el 4 de agosto, los presos fueron trasladados al campo de Westerbork, situado en una zona completamente deshabitada al norte de Holanda.


El 9 de agosto de 1942, llegaba en el tren de la muerte al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Por su edad (51 años cumplidos), su baja estatura, sin signos externos de robustez, en la mentalidad nacista, no servía para trabajos forzados. La llevaron a la barraca 36, siendo marcada con el Nº 44.074 de deportación, para morir mártir de la fe cristiana a los 51 años de edad, en la casita blanca, víctima del Ciclón B: Ácido Cianhídrico; durante la persecución nazi, ofreciendo su holocausto por el pueblo de Israel. La ducha anunciada, en vez del agua deseada, emanó el tóxico ciclón B de la muerte casi instantánea. Su cuerpo sin vida fue calcinado con leña (todavía estábamos en agosto de 1942). No hay tumba. Las cenizas o huesos de la Hna. Edith se arrojaron en el campo adyacente. Hoy es un verde campo con cruces que plantan allí los grupos de peregrinos.


Mujer de singular inteligencia y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda espiritualidad. En 1962 se inició su proceso de beatificación. Teresa Benedicta de la Cruz dramática síntesis de nuestro tiempo, Mujer hija de Israel, Mártir por la fe en Cristo, y Víctima del exterminio judío, fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, el 1 de mayo de 1987. Su fiesta se celebra en el Carmelo Teresiano el 9 de agosto. El papa Juan Pablo II canonizó a la judía, filósofa, monja, mártir y beata, Teresa Benedicta de la Cruz de la Orden del Carmelo, el 11 de Octubre de 1998 en la Basílica de San Pedro en Roma.


Del misterio de la Cruz a la libertad y de la libertad al amor… conversión para amar!!!

“Es el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, misterio de cruz y de esperanza, la ocasión casi definitiva que lleva a Edith a adentrarse, sin más miedos, en el camino de la fe, en la búsqueda decidida de Cristo. La situación fue proporcionada por una muerte: la de Adolf Reinach con quien se sentía estrechamente unida. Este hombre, filósofo sincero y buscador incansable, fue la antorcha que iluminó a Edith en el momento más profundo de su crisis…


En 1917 Edith Stein fue llamada por la viuda de Reinach para que le ayudase a preparar los manuscritos del difunto en vistas a una publicación. Ella, además de la tristeza, iba con el miedo de encontrarse con una viuda destrozada por el dolor. Sin embargo, la realidad fue bien distinta
[1].

Este encuentro produjo en ella una reacción de asombro. El encuentro con la cruz de Cristo hizo que todo su interior se tambalease, dominándola sin que ella pudiese controlarlo… en una de sus cartas a Roman Ingarden se delata su estado interior de sufrimiento y búsqueda de paz[2]. Pero ya antes de esta crisis se había lanzado a la lectura de las Confesiones de San Agustín… (y también,) se aventuró en la lectura del Nuevo Testamento, pues se había dado cuenta de que “había descubierto un mundo que se escapaba al estudio y a la investigación filosófica”…

Entendemos el enunciado tanto en clave vital como intelectual. El encuentro con la cruz de Cristo la conduce a profundizar el mensaje desde el punto de vista científico, y al mismo tiempo va a entablar una relación de amistad con Cristo que va a culminar en la conversión. La presencia del tema religioso en sus estudios científico-filosóficos es claramente constatable, si bien su objetivo no es meramente religioso.”
[3]

Por esos días dirá: “Yo puedo ansiar alcanzar la fe y por ello preocuparme con todas las fuerzas y no necesariamente serme concedida” (PK, p. 43) Y en su obra Psychische Kausalität (Causalidad Psíquica), “se delata, incluso, una experiencia profunda, casi mística, de la presencia de Dios en su vida… describiendo lo que seguramente fue su experiencia vivida a pesar de no ser aún cristiana
[4]:

“Existe un estado de quietud en Dios, de relajación de toda actividad intelectual, en que no se hacen planes, no se toman resoluciones, y no se actúa, si no que todo lo venidero se deja en manos de la voluntad divina, abandonándose a la Providencia. Esta suerte me fue deparada después de una experiencia, que sobrepasó mis fuerzas, que absorbió toda mi energía vital y que me privó de toda actividad. La quietud en Dios es algo totalmente nuevo y particular en contra de la negación de la actividad por falta de fuerza vital. En su lugar aparece el sentimiento de estar escondido, de estar liberado de todo problema, preocupación u obligación. Y mientras más me entrego a este sentimiento, me comienzo a llenar más y más de vida nueva, que me empuja a nuevas ocupaciones, sin que para ello actúe la voluntad. Esta energía vital aparece como flujo de una actividad y una fuerza que no son mías, y que sin ningún tipo de exigencias por mi parte, trabaja en mí”. (PK, p.76).

Ahora, Cristo nos ha traído la salvación para hacer de nosotros miembros de su Cuerpo Místico para darnos gratuitamente su amor en libertad. Somos de Cristo y su Iglesia por gracia de Dios y por voluntad libremente propia. No obstante, “el último fundamento sigue siendo… la vida interior; la formación del hombre va desde dentro hacia fuera. Cuanto más profundamente esté el alma unida a Dios, y cuanto más desinteresadamente se haya entregado a su gracia, tanto más fuerte será su influencia en la configuración de la Iglesia” (ESW XI, p. 145)

La ciencia del amor consiste entre otras cosas, en tomar conciencia del Amor que Dios nos tiene, conocernos a sí mismos en la libertad que Dios nos da, en saber recibir de Dios lo que nos quiera dar desde la esencia de nuestro propio ser (en la oración contemplativa o mística) y, saber transmitir, dar o compartir en libertad y amor a nuestros prójimos lo que gratuitamente recibimos de Dios. Esto es convertirnos al Amor.

Hombre interior = hombre libre para amar:

“Este enunciado descansa sobre el pensamiento steiniano, varias veces señalado, de que el centro del alma es el centro de la libertad (para el Amor). Libertad e interioridad son dos realidades que van estrechamente unidas en el ser espiritual del hombre, en su vida. El que quiere alcanzar la plenitud de su libertad (en y desde el Amor), debe necesariamente alcanzar su centro, es decir, debe interiorizarse. Entrar en sí es un acto del conocimiento personal, de la vida espiritual; es descubrir el interior para hacerse consciente de la propia realidad. Este conocimiento, este convertirse en hombre interior, es imprescindible para llegar a situarse en el centro de la propia libertad, puesto que el sentido último de la misma consiste en “seguir sin estorbos al Espíritu”, sabiendo que los obstáculos más grandes “yacen en nuestro propio interior” (Hochzeit des Lammes, en ESW XI, p. 131).

La libertad de la persona humana, aun siendo una realidad condicionada a su finitud, es algo específico de su personalidad y desempeña un papel constitutivo en el crecimiento del hombre, de tal modo que (negar el Amor) “negar la libertad es menguar posibilidad de ser, y de ser persona”[5] y “lo que ofrece por su libertad y para qué se entrega lo ofrecido, esto es lo que decide el destino de la persona” (OSP p.159). Por otro lado resulta lógico que la libertad sobre uno mismo se alcance sólo en la medida en que uno se va conociendo: “Pero el que vive recogido en la profundidad (diríamos, el que ama a sus hermanos desde la contemplación del Misterio del Amor) percibe igualmente las cosas pequeñas dentro de las grandes unidades; es el único que puede apreciar de una manera justa su importancia y ordenar su conducta de una manera adecuada. Sólo en él se orienta el alma hacia la información completa y hacia el perfeccionamiento de su ser” (EES p. 405 / SFSE p. 453).

Y es que sólo en la interioridad se capta “la esencia del alma” (EES p.402 / SFSE p. 451). El hombre interior en cuanto que vive en su centro alcanza la posibilidad del descubrimiento de Dios. Sólo desde aquí es posible un encuentro auténtico, fundamentalmente por dos razones. La primera –Edith se coloca en la tradición teresiana-, es porque Dios mora en el centro del alma. La segunda razón es que sólo desde su interioridad más profunda el hombre es más libre, y la unión con Dios en cuanto acto de amor exige la respuesta más libre que el hombre pueda dar. Y es en este acto donde se constituye la medida de la santidad del hombre que libremente otorga su voluntad a Dios. Como consecuencia Edith afirma que sólo aquí, en el centro de la libertad, es posible la unión mística de amor con Dios. Paralelamente situarse en el centro del alma conlleva un mayor conocimiento de sí y de Dios.

Este darse a Dios como realización de la “esencia más íntima del amor” es, en su sustancia, el acto más libre de que es capaz el hombre, “porque no dispone sólo de una emoción aislada, sino del conjunto del propio yo, de la propia persona” (EESp.417 / SFSE p. 467) y porque, en definitiva, “el amor es lo más libre que hay” (EES p. 409 / SFSE p. 459). “El don de sí a Dios es, al mismo tiempo, don al sí de Dios que es amado, y a la creación entera, es decir, a toda esencia espiritual unida a Dios” (EES p.420 / SFSE p. 470)”.
[6]

Algunas Siglas sobre Edith Stein utilizadas en este estudio:
EES
Endliches und ewiges Sein, ESW II
ESW Edith Stein Werke
OSP Die ontischeStruktur der Person, en ESW VI
PK Psychische Kausalität, Tübingen 1970
SFSE Ser finito y ser eterno, México 1994.

Textos Bíblicos para orar: Efesios 4,17-32; Lucas 14,25-35; Mateo 10, 17-42

Marcos 8, 34-38: Luego llamó no solamente a sus discípulos, sino que a toda la gente, y les dijo: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues quien quiera asegurar su vida la perderá; y quien sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, se salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? Sepan que si alguno se averguenza de mí y de mis palabras en medio de esta gente adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre, rodeado de sus santos ángeles.”

Preguntas para reflexionar:
Desde mi encuentro de conversión con Dios ¿Cómo entiendo ahora aquella frase de “el amor es lo más libre que hay”?

¿Cómo respondo libremente a Dios en y por amor viviendo o experimentando mis cruces cotidianas?

¿Mis sequedades, desiertos, noches oscuras, enfermedades, muertes de seres queridos … cómo me están llevando a convertirme más a Dios con libertad, en fe, esperanza, amor y servicio a los demás?

Para meditar:
Lo permanente del vivir,
Es el camino del pensar.
Lo permanente del amar,
es el camino del ser.
Lo permanente del ser,
Es el camino del amor.

Iván Mora Pernía, Madrid, 14 de junio de 1992 (España)

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Notas:
[1] Así nos lo narra la hermana de Reinach, Pauline, presente en aquella ocasión: “A la muerte de mi hermano, muerto en Flandes en 1917, mi cuñada invitó a la Sierva de Dios a pasar por su casa para ayudarla con los manuscritos del difunto. Pude constatar cómo la Sierva de Dios fue trastornada (quedó sorprendida) al ver a mi cuñada aceptar la muerte de su marido con tanta fuerza y abandono. Entonces ella comprobó cuán grande y divino era el cristianismo. En esa época mi cuñada era aún protestante”, en Positio, pp.437-438.
[2] En primer lugar pedirte disculpas, porque últimamente he sufrido bajo la presión de los días tan duros que me han precedido y me siguen, de tal modo que no he tenido ni un momento de alegría. Sobre todo porque me resultaba imposible, ya que no tenía fuerzas, el contarte mi sufrimiento y de este modo llevar a tu vida más oscuridad en lugar de un poco de luz. Lo que ahora busco es tranquilidad y el restablecimiento de mi yo, que se encuentra totalmente destrozado” (Brief 24.12.17, en ESW XIV, p. 64).
[3] Cfr. Francisco Javier Sancho Fermín, “Edith Stein, Modelo y Maestra de Espiritualidad”, Monte Carmelo, Burgos 1997, pp. 137-139.
[4] Cfr. Ibidem, p.143.
[5] E.García Rojo, La constitución de la persona en Edith Stein, en RevEsp 50 (1991)343.
[6] Cfr. Francisco Javier Sancho Fermín, “Edith Stein, Modelo y Maestra de Espiritualidad”, Monte Carmelo, Burgos 1997, pp. 341-343.

2 comentarios:

Mónica Benetti dijo...

Cuando me asomo a contemplar mi propia vida de la mano de algún integrante del Carmelo, descubro por qué siento que por mis venas corre "sangre marrón". Siento que manejan un lenguaje que si bien mantiene "veladas" ciertas verdades evangélicas para que Jesús me las revele según sus tiempos y no los míos, otras se me presentan como expresadas por alguien que es capaz de leer y describir lo que ocurre en el fondo de mi corazón...
De la mano de Edith Stein y de Isabel de la Trinidad aprendí a abrazar la Cruz de manera diferente. Aprendí a no rebelarme frente a ella sino a aceptarla y ofrecerla como oportunidades de crecimiento personal, de fruto interior y exterior, de unión más estrecha a Cristo para dejarlo cumplir en mí lo que aún queda de su Pasión... y también aprendía a templar mi cuerpo, mi carácter y mi alma... No se trata de estar avanzada en esto ni mucho menos, sino de iniciar el camino, de verlo, lo cual -al menos para mí no es poco-...
Mónica Benetti

Mónica Benetti dijo...

Mi unión más personal con Edith Stein y con Maximiliano Kolbe fue un regalo que surgió a partir del "compartir el dolor y la gracia". Mi oportunidad de estar en Austwichtz y orar allí siento que me regaló una comunión muy especial con ellos. En lugares así (como también en los lugares santos) no hay tiempos, es como si quedaran impregnados de las realidades vividas, en este caso de las terroríficas, pero también de las de gracia. Poder descender a la celda en la que muere Maximiliano Kolbe, saber que allí estuvieron Edith Stein y -en lugares similares- tantos otros como Víctor Frankl -por ejemplo-, nos devuelve la esperanza y el sentido profundo no solo de la vida sino la vivencia "del amor hasta el extremo", como lo vivió Jesús... Y desde esa mirada, la Cruz es otra cosa, la cruz se venera y agradece, la cruz se experimenta como instrumento de liberación y de redención; se aprende verdaderamente a valorar y amar la cruz. ¡Bendita cruz, como dice nuestra Hermana Edith Stein!

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