26.12.11


Dimensión Mistagógica del "Libro de la Vida"
de Santa Teresa de Jesús
Una lectura posible
Autor: Aniano Álvarez Suárez, ocd.

Ficha Nº 14
Parte 02 de 04
Viene de la Ficha Nº 13, continuación...
II.                   La experiencia pascual teresiana: vivir el misterio

La experiencia pascual teresiana, la encontramos a dos niveles en el “Libro de la Vida”:  la iniciación y configuración de la experiencia con Cristo en los capítulos 11-22, y la celebración de la vida de Cristo en Teresa misma, en los capítulos 23-31.

Los capítulos 11-21 son la respuesta de Teresa a la envolvente presencia de Dios en su vida. ¿Qué es lo que puede hacer ella por el Señor? En primer lugar “ser tal cual”  la quiere el Señor. Y el Señor la quiere, como a la Virgen María, “Sierva del Señor” (V 11,1)[1]. Aquel “sentimiento de la presencia de Dios” (V 10,1), que le venía a “deshora”, la lleva a plantearse el vivir esa presencia no sólo intermitentemente, sino más bien establemente[2]. Por ello, siente la urgencia de “seguir por este camino de oración al que tanto nos amó” (V 11,1). Y Teresa afronta todo el discurso sobre la oración, no desde el punto de vista doctrinal, sino más bien desde el punto de vista experiencial. No se trata de impartir doctrina. Se trata de decir cómo ora Teresa y cuáles son los efectos que experimenta.  (Continúa donde dice: "Más información"...)

La experiencia

Para ello, Teresa se servirá del símil del huerto y del modo de regar el huerto (V 11-19). El alma es el jardín de Dios[3]. Imagen bíblica que nos recuerda las imágenes evangélicas del campo y de la semilla que es la Palabra de Dios (Mt 13,24; Mc 4,3-11), o, también aquella otra de Pablo: “sois el campo de Dios” (1Cor 3,9). Para Teresa, el jardín o el huerto se puede regar de cuatro formas[4]: de descendiente dificultad y de creciente eficacia:

·         sacar agua del pozo con el caldero[5](V 11-13). Es la primera forma de sacar agua del pozo, identificada con los primeros pasos del orante. El trabajo es particularmente pesado, fatigoso, cansado, teniendo que hacerlo a fuerza de brazos. También porque, probablemente, el agua no es abundante. Con frecuencia, el pozo se encuentra casi seco y entonces la fatiga se multiplica. Se consuman las energías y no se  ven los posibles frutos. Se convierte en una tarea ingrata y casi inútil, aparentemente. Llega fácilmente el desánimo a causa del peso de la fatiga y de la escasez de los frutos. Es el tiempo de la aridez, del cansancio, de la fe operosa.

 Esta forma de regar el huerto del alma queda representada por la meditación, que implica la múltiple actividad de nuestro sentidos, el trabajo de la imaginación, y de la reflexión mental. Pero Teresa, recuerda: la finalidad de este proceso no es otra sino la de descubrir y y conseguir (obtener) motivos para poder alimentar y nutrir el amor de Dios. Embellecer el jardín y preparar los ambientes del mismo lo más agradablemente posible.

Teresa inicia el capítulo 11 de la Vida afirmando la necesidad de “resolverse” y “determinarse” a “seguir por este camino de oración al que tanto nos amó” (V 11,1), tratando de prepararnos para recibir a Cristo. Es decir, para “ser siervos del amor” (V 11,1). Y esto no siempre se entiende, pues “somos tan caros y tardíos de darnos del todo a Dios … que no acabamos de disponernos” (V 11,1). Pero Teresa vuelve insistentemente sobre ello porque: “Su Majestad no quiere que gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio” (V 11,1). Si se quiere recorrer el camino de la oración es necesario tomar en serio a Dios  y la cruz de la vida nos liberará de “nuestras aficiones”, de “tantas consolaciones humanas” que no cuadran con el camino de la oración, de tanto “egoísmo” que  no permite el darse del todo al Señor[6]. Y, en esto, Teresa es contundente, “porque no se acaba de dar junto, no se nos da por junto este tesoro” (V 11,3).

La fatiga de la oración la encontramos, especialmente en los principios. Teresa usa la analogía del “caldero” para sacar el agua y la aplica a la analogía de la preparación y al trabajo de roturación del jardín del alma. Por eso, para los principiantes, a la fatigosa tarea de regar el huerto se añade la tarea más fatigosa aún de eliminar la maleza del jardín; es decir,  las malas hierbas y, a la vez, plantar las buenas (V 11,6).  Con ello Teresa quiere indicar la necesidad de recoger los sentidos, de buscar soledad, de arrepentirse de los propios pecados, y de meditar en la vida de Cristo (V 11,9)[7].

Sin embargo, la perseverancia es fundamental. En la pedagogía teresiana, el cansancio del principiante debe tener como punto de referencia la satisfacción del dueño del jardín, no la propia satisfacción. Dios puede permitir, en esta fase, que la oración sea una oración fatigosa, dolorida y carente de cualquier consuelo místico. Se trata de un motivo más para perseverar y no buscarnos a nosotros mismos en tales posibles consolaciones.

En el Capítulo 12, Teresa no se olvida de subrayar la importancia de meditar en la dimensión humana de Jesús. “Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un medio segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al segundo grado de oración … (V 12,3). Pues no está bien que el entendimiento se suspenda mediante la voluntad del orante: será Dios quien lo suspenda, si lo retiene oportuno.

En el capítulo 13, Teresa recuerda la necesidad imprescindible de la verdadera humildad (V 13,1.3.4), para superar las posibles tentaciones de quien se encuentra en el primer grado de oración. Ya que la “ascesis” no debería ser ni excesiva ni demasiado suave.

Los frentes abiertos por el demonio pueden ser varios: una autoestima superior a la realidad, creyendo que tenemos buenísimas cualidades aunque nos las ejercitemos; una excesiva preocupación de los defectos y pecados de los demás, que impide concentrarse en la propia oración y en la benéfica práctica de descubrir y valorar las virtudes y los valores de los demás; también un uso excesivo del entendimiento durante la oración, que requerirá, cada vez más, una gran sencillez.

Ante todos estos frentes abiertos al principiante, Teresa recomendará meditar sobre la Pasión del Señor, siendo muy libres, sin embargo, al momento de seleccionar los temas de la meditación. Ello no debe, sin embargo, llevar al alma a desinteresarse del tema de la Pasión con una cierta frecuencia. Ello nos debería llevar a adquirir un serio, fundado y objetivo conocimiento de nosotros mismos, y a orar por cuantos “nos dan luz” en este camino.

Este tema del orar por quienes “nos dan luz”[8] en nuestro camino, lleva a Teresa a afrontar un tema fuerte en la vida espiritual y que ella lleva muy en el corazón: el tema del director espiritual: es necesario que sea “avisado”. Teresa no duda en pedir también un mucho de “buen entendimiento”  bien formado y virtuoso (V 13,16-19).

·          sacar agua del pozo con noria y arcaduces[9](V 14-15). Se trata aún de conseguir el agua. No ya a fuerza de brazos sino por medios mecánicos: girando la rueda -“noria”-, y con medios externos. La fatiga y el cansancio es menor. La cantidad de agua conseguida es mayor. Se riega más y mejor. Se llega incluso a sentir un cierto placer viendo que el agua es abundante, que se consigue más porque se riega mejor.

Teresa aplica este modo de regar el huerto a un grado de oración en el que ya se siente, de alguna manera, la intervención de Dios, que atrae con su amor hacia sí la voluntad del orante. Donde hay amor, hay alegría. Esta oración, en las descripciones de Teresa, se caracteriza por el gozarse en el amor de Dios, que se le comunica a la voluntad. Teresa lo llama “oración de quietud”, o, también, oración de los “gustos divinos” (V 14-15).

El Señor empieza a conceder al alma determinadas y particulares gracias con señalada delicadeza; y el riego del jardín a través de un particular sistema de irrigación se desarrolla con la “noria”. Y ello significa que estamos de lleno ya en la “oración de quietud”[10]. En este grado existe un clima de silencio parcial de las potencias del entendimiento y de la memoria. La voluntad continúa con su actividad, pero ofreciéndose al Señor. Y la voluntad busca liberarse de las otras potencias (V 14,1-3).

En este momento  los “bienes terrenos” pierden toda su fascinación y encanto[11]. Dios manifiesta al alma toda su cercanía. Ello conlleva la iniciativa de Dios para hacer entender al alma cuáles son los efectos de su cercanía y presencia. Y lo hace a través de gracias particulares, sobrenaturales con las que Dios la regala.

Teresa nos narra, con referencias frecuentes, todo lo que está viviendo en el momento que escribe (V 14,4-8). Y no se olvida el enriquecer la analogía del regar el huerto con ulteriores elementos: pide a Dios que incremente el perfume de sus pequeñas flores; poda y corta ciertas flores para ayudarlas a crecer mejor; ello no excluye la existencia de las ya últimas “malas hierbas” que hay que seguir erradicando y que ayudan a estar muy atentos a la acción y engaños del demonio (V 14,9). Aquí, la invocación del alma, se abre a la súplica al Señor para que permanezco con ella,  y disfrute y se goce en su jardín.

El capítulo 15, Teresa lo dedica a la “oración de recogimiento”[12]. Esta forma de orar se presenta bien contorneada ya que las facultades del entendimiento y de la memoria quedan suavemente recogidas en la voluntad[13]. Y resulta claro que este estado no depende del alma sino totalmente de Dios[14]. Es Dios quien la hace llegar hasta ese punto. Y llegan muchas almas hasta aquí. Pero el problema empieza porque casi todas se quedan ahí[15]. No progresan. “Conozco muchas almas que llegan aquí, y que pasen de aquí como han de pasar, son tan pocas que se me hace vergüenza decirlo” (V 15,5).

Ante esta constatación Teresa es muy explícita y lo dice abiertamente: es muy peligroso volver hacia atrás pues sería “volver a las ollas de Egipto” (V 15,3). Y su consejo es imperativo: No dejar en ningún caso la oración para no “ir de mal en peor” (V 15,3). “Lo que aviso mucho es que no deje la oración … y crea que, si de esta se aparta, que lleva, a mi parecer, peligro” (V 15,3).

No obstante estas resistencias y titubeos, se producen ya las primeras chispas del amor de Dios que son el claro preanuncio del “fuego del amor”[16]. Aunque aún pueden ser sofocadas fácilmente por culpa del alma orante, ya que “no es cosa que se puede adquirir” (V 15,4). Y “por mucho que quiera comenzar a hacer arder el fuego para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua para matarle” (V 15,4).

Aquí Teresa recomienda ya ”no recordar más los viejos pecados” (V 15,14)[17] y no preocuparse tanto de la actividad del entendimiento, optando por permanecer en la voluntad de servir a Dios (V 15,6). Teresa está convencida, y quiere que nos convenzamos también nosotros, que no merecemos estos favores y que debemos cultivar aún el deseo de seguir trabajando con nuestra vida por la gloria de Dios. Se hace también necesario acoger en pleno todo cuanto significa esa “oración de quietud” (V 15,7-8).

·         encanalar el agua del río o de la fuente[18] (V 16-17). Es una nueva forma de regar el huerto. Servirse del rio o de una fuente  que está a disposición del jardinero. El cual ya no tiene que hacer otra cosa sino permitir al agua que vaya regando indistintamente los surcos del jardín. Cierto que aquí el trabajo del jardinero es ya mínimo: permitir que el agua riegue este o el otro surco. Y este trabajo, importante, pero en sí mínimo, produce en el  jardinero alegría y satisfacción[19].

Con esta imagen, Teresa describe la acción de Dios cuidando del alma orante.  Dios atrae las potencias del alma y las enriquece con su conocimiento, con su amor, con tanta alegría y paz. A esta forma de oración la llama “sueño de las potencias”[20] (V 16,1-7) y se trata de una oración silenciosa, callada y de alabanza. Es una referencia directa al rio de gracia que llega hasta la garganta en Ezequiel (V 16,1) y al profeta David “cuando tañía y cantaba con el arpa en alabanzas de Dios” (V 16,3).

El alma, aquí, se da cuenta cómo las potencias ya no pueden obrar, aunque no entienda el por qué. Y es que quien lo hace todo es Dios, aunque el alma, también, demuestre una disponibilidad increíble no sólo en su apertura hacia el sacrificio sino, sobre todo, en su modo de vivirlos (V 16,11-15). Con ello, Teresa invoca el celo apostólico de los Apóstoles para que envista especialmente a los hombres de Iglesia que no se consuman por el amor de Dios, pues deberían “tener ya aborrecida la vida y en poca estima la honra” (V 16,7).

En el capítulo 17, Teresa afirma claramente que el jardinero, -quien cuida del jardín-, que riega las plantas y ordena el todo, es ya Dios. Y esta es la razón por la que tenemos que abandonarnos plenamente a Él: “dejarse del todo en los brazos de Dios” (V 17,2). Al alma, por ello, se le pide fortalecerse, crecer en las virtudes. Y, aunque sea Dios la fuente de esta vida virtuosa, el alma se sorprende y queda maravillada de todo. Aunque la memoria y el entendimiento puedan aún tratar de las obras de caridad, la voluntad está totalmente rendida a la voluntad de Dios

La diferencia con la “oración de quietud” de la segunda agua consiste en que, en la segunda agua (“oración de quietud”) el alma estaba absorta con el ocio santo de María; aquí, en cambio, el alma se encuentra juntamente con la actividad de Marta (V 17,1-4).

Teresa, sin embargo, pone bien de manifiesto cómo aún la memoria y la fantasía, pueden plantear, increíblemente, guerra a la voluntad, aun cuando la voluntad no la sufra. Pero la memoria y el entendimiento pueden estar envueltas en una actividad desbordante, aunque no hagan daño a la voluntad. Ello, sin embargo cansa al orante.

Teresa subraya cómo en este grado de oración puede existir una gran actividad externa en obras de caridad, que produce grande alegría interior y exterior. Distinta de la oración silenciosa (cuando el alma contempla), orante (el alma puede manifestarse delicadamente poeta), operosa (la voluntad está absorta en Dios; por la memoria y el entendimiento se encuentran dedicados a las actividades externas (V 17,8). Se podría afirmar que este grado de oración corresponde particularmente a ciertos santo de la caridad, incansables operadores del bien, probablemente porque son empujados a ello por la constante y profunda vida de oración que Dios mismo favorece en ellos.

 NOTAS:

[1] “Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del amor …” (V 11,1).
[2] “Somos tan caros y tan tardíos de darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad no quiere gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos” (V 11,1)
[3] “Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas” (V 11,6). Y Teresa añade: “Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma y lo ha comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes” (V 11,6)
[4] “Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de costar; si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha de tener” (V 11,7)
[5] “o sacar el agua de un pozo,  que es a nuestro gran trabajo” (V 11,7).
[6] “Así que, porque no se acaba de dar junto, no se nos da por junto este tesoro” (V 11,3).
[7] “De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. Han menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en soledad y, apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros y postreros todos lo han de hacer muchas veces, hay más y menos de pensar en esto, como después diré. Al principio aún da pena, que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y sí hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento en esto” (V 11,9)
[8] “Había de ser muy continua nuestra oración por estos que nos dan luz” (V 13,21)
[9] “o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua” (V 11,7)
[10] “Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga … Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se cautiva; sólo da consentimiento para que la encarcele Dios, como quien bien sabe ser cautivo de quien ama” (V 14,2). “Comiénzase luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de acá…” (V  14,5). “Esta quietud y recogimiento del alma es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz que en ella se pone, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y muy suave deleite” (V 145,1).
[11] “Así que en estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con su descanso. Quédense las letras a un cabo. Tiempo vendrá que aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su Majestad, porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabiduría infinita, créanme que vale más un poco de estudio di humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo” (V 15,8)
[12] “No osa bullirse ni menearse, que de entre las manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resolgar algunas veces no querría” (V 15,1)
[13] “en este primer recogimiento y quietud no faltan las potencias del alma, mas está tan satisfecha con Dios que mientras aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten, como la voluntad está unida con Dios, no se pierde la quietud y el sosiego, antes poco a poco torna a recoger el entendimiento y memoria” (V 15,1)
[14] “No entiende la pobrecita que, pues ella por sí no pudo nada para atraer a sí aquel bien, que menos podrá detenerle más de lo que el Señor quisiere” (V 15,1)
[15] “…hay muchas, muchas almas que llegan a este estado y pocas las que pasan adelante” (V 15,2).
[16] “Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo, esta quietud y recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto dado del demonio o procurado por nosotros” (V 15,4).
[17] “Cuando es espíritu de Dios, no es menester andar rastreando cosas para sacar humildad y confusión, porque el mismo Señor la da de una manera bien diferente de la que nosotros podemos ganar con nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparación de una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que hace una confusión que hace deshacer” (V 15,14)
[18] “o de un río o arroyo, esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano” (V 11,7)
[19] “El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado” (V 16,1)
[20] “Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da el agua a la garganta, a esta alma, de la gracia, que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo, ni tornar atrás. Querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que está, la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la desea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios” (V 16,1).


Nota:  Continuará "y con agua de lluvia" (4to Grado de Oración) en la Ficha Nº 15.

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